IV
Llegué al Hospital a las 9:45 pm. Me tenían la habitación preparada, me ingresaron inmediatamente y me llevaron a quirófano como a las 10:15 pm.
Una vez lista el médico de guardia me leyó las implicaciones que tiene realizar una operación como esa, mencionó los riesgos y complicaciones derivados de tal intervención, pero también me habló de los beneficios. Además me hizo firmar una autorización para realizar la intervención.
Justo antes de entrar al quirófano y después de despedirme de mi mamá me dije: “bueno Déborah que sea lo que Dios quiera”.
Cuando desperté en mi habitación me acuerdo que lo que sentía era como una gran lejanía de todo, sabía que no podía ingerir nada, tenía un suero, una sonda y una gran molestia en toda la barriga. Estaba hinchada, mi mamá estaba a la entrada de la habitación y me vió cuando desperté. Me dijo desde lejos “todo está bien, pero no puedo entrar porque es peligroso para ti, porque te puedes contagiar”.
Al rato entró el médico, me informó que todo estaba bien y que debía permanecer así acostada hasta el día siguiente cuando seguramente podría empezar a caminar.
Las enfermeras entraban y salían, sólo ellas podían hacerlo, mi mamá sólo la veía de lejos.
El día siguiente fue martes. “Me toca diálisis” pensé.
Durante los 5 últimos años de mi vida, ininterrumpidamente, todos los martes, jueves y sábados me dializaba, ese martes no hacía falta. Ese martes marcó una nueva realidad en mi vida “¡No más diálisis!” exclamé internamente. No lo podía creer.
Mis malestares postoperatorios en ese momento no se comparaban a mis últimos 5 años de incertidumbre continua en los que había vivido. Tenía una leve esperanza de mejorar mi calidad de vida “¡No más diálisis!” me repetía continuamente.
Como por arte de magia mis labios y mi piel comenzaron a aclararse, mi cabello recobró firmeza, mi apetito mejoró, mi fractura empezó a soldarse, mis uñas empezaron a crecer, empecé a sentir la sensación de tener ganas de orinar y lo hacía.
Recuerdo que cada vez que orinaba me persignaba y le daba gracias a Dios…
Hoy en día continúo con mi tratamiento post-trasplante y con mi diabetes a cuestas.
Todavía estoy llena de dudas acerca de mi futuro “¿hasta cuando viviré con mi nuevo riñón?”, “ojalá que no falle el suministro de medicinas en el Seguro”, “¿cómo estarán mis niveles de urea y creatinina?”,…
Y como todo ser humano con sus altas y bajas en este acontecer diario, me pregunto qué pasará con el gobierno, con la crisis del país, con el desempleo,… En mi cotidianidad me molesto cuando estoy manejando mi carro en pleno tránsito caraqueño o cuando veo como suceden tantas injusticias. Me sigo preguntando por qué hay tantas personas que han perdido la salud, cómo hay tanta gente que se deprime y autodestruye fumando, bebiendo licor en exceso, drogándose,…
En ese momento cuando ocurrió mi primer trasplante el 24 de octubre de 1999 empecé a valorar más las cosas… ¡definitivamente vale la pena vivir!
Mi admiración por ti solo es superada por el inmenso amor que te tengo. Gracias por ser.
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Gracias Carola, tu amistad es invaluable. Le doy gracias también a la «divinidad» por haber hecho posible disfrutar tu amistad muchas lunas después de nuestro encuentro en la universidad.
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SALUDOS DEBORAH NOS CONOCIMOS EN EL CONGRESO SOY EL PAPA DE YIZATH ESPERO ESTÉS BIEN ESTAREMOS EN CONTACTO
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Hola Rafa ¿qué tal el viaje? gracias por visitar mi blog. Recibe un fuerte abrazo. Claro que seguiremos en contacto.
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